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Las Mujeres de una Galaxia Muy, Muy Lejana...

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La idea de que tanto el cine de ficción como los videojuegos de aventura y acción sean reservados solamente a un género fue un estigma en el que el universo de George Lucas parecía hacer un parteaguas. Desde el estreno de la primera cinta Star Wars Episodio IV “Una Nueva Esperanza” en los setentas, el personaje al que Carrie Fisher le daba vida en la pantalla grande se convirtió en símbolo de la moda y del empoderamiento de la feminidad, se convirtió en un recordatorio de que en un universo donde los héroes principales eran hombres, la presencia de una mujer era necesaria. 

En la escena que abre la película, la princesa Leia Organa era capturada por los stormtroopers de Darth Vader y sometida a interrogación por el intimidante admiral Tarkin. Con una altura de 1.55 metros y un vestido blanco, Leia hacía comentarios sarcásticos y molestaba a las autoridades del Imperio galáctico, su inteligencia y habilidad cómica haciéndose presentes en los primeros segundos de la escena. Evidentemente y como es de conocimiento general, la princesa es capturada pero por ella, la trama de la película se desenvuelve en una secuencia legendaria. “Ayúdame Obi-Wan Kenobi, eres mi única esperanza” fue probablemente una de sus muchas frases icónicas que más resuena en la mente de todo aficionado, mostrando lo que probablemente diferencía a Star Wars de otras franquicias cinematográficas -- no era necesario que Leia supliera a Luke en el papel estelar de la trilogía para que existiera esa representación de la mujer que expandió las posibilidades de las fanáticas para soñar en que algún día, ellas también salvarían a la galaxia. 




El trabajo de Carrie Fisher (ignorando completamente la sexualización de su personaje en el Episodio VI y el fiasco del bikini Slave Leia) fue un fenómeno que definiría las futuras entregas de la franquicia. A Fisher le siguió Natalie Portman en el papel de Padmé Amidala, la esposa de Anakin Skywalker, madre de los gemelos Luke y Leia, en las películas de las precuelas. Aunque se continuaba con la tradición de que las mujeres principales del universo Star Wars provenían de una casa real, la historia de Padmé era mucho más oscura que la de Leia. Lo que más había resaltado de la tramas del Episodio I, II y III era la madurez de los personajes y la involucración de la política en la manera en la que los héroes resolvían sus problemas. Menos acción y más desarrollo emocional, y al centro de todo, la historia de una senadora de un planeta en conflicto que lidiaba con el deber y con el apego a un romance prohibido. Aparte de haber servido como el propósito emocional por el que Anakin Skywalker se vuelve al lado oscuro, el personaje de Padmé Amidala sería la responsable de introducir la moda extravagante que tanto distingue al universo de Star Wars y de probar que los cambios de vestuario para presentarse al campo de batalla no eran tan difíciles. 


El que dos de las múltiples heroínas de Star Wars no fueran los personajes estelares de sus respectivas películas probaba que el peso que se les estaba dando a los personajes femeninos era el necesario. La representación y la equidad de género en la franquicia había conseguido el balance, pero todavía faltaba la diversificación de roles. Tanto la princesa Leia Organa de Alderaan como la senadora Padmé Amidala de Naboo habían sido esculpidas por el mismo mármol de la realeza, hacía falta un personaje cuyo fondo histórico se asimilara a aquel de los héroes protagónicos. 


Tras una década en la que Star Wars no había visitado las salas de cine, Star Wars Episodio VIII “El Despertar de la Fuerza” llegaba con una historia prometedora y con una mujer en el papel principal. Con 21 años, Daisy Ridley interpretaba a Rey, una carroñera de un planeta desértico que a primera vista no parecía jugar un papel importante en la galaxia. Desde su misteriosa introducción donde se presentaba como una mujer con sensibilidad a la Fuerza, la primera pregunta de todos los fanáticos fue de dónde provenía y aún mejor, quiénes eran sus padres. Antes del caótico estreno de Star Wars IX “El Ascenso de Skywalker” las primeras teorías ponían a Rey como nieta de Obi-Wan Kenobi, como hija de Jyn Erso y Cassian Andor o de Iden Versio y Del Meeko, e inclusive como una reencarnación de Shmi Skywalker, pero la verdad fue aún más sorpresiva (e incluso más decepcionante). A lo largo del desarrollo del personaje, su entrenamiento Jedi y su constante conflicto con Kylo Ren, lo que más definía a Rey eran sus humildes orígenes y el valerse por sí misma sin importar de dónde provenía. El personaje era un mensaje de esperanza para todas aquellas personas que sentían que no encajaban pero que soñaban en convertirse en algo grande. 


Tras la revelación de que Rey era verdaderamente Rey Palpatine, nieta del villano que había atormentado a la galaxia a lo largo de todas las películas de Star Wars, la decepción se hizo presente. La esencia del personaje había cambiado -- pero no se había extinguido completamente. Al igual que Leia y Padmé, Rey había cumplido su única misión de convertirse en la leyenda Star Wars de su generación. El legado que había forjado tras haberse convertido en la encarnación de todos los Jedi pasados había sido algo que ningún otro personaje hizo y ser nieta del villano más poderoso no cambiaba nada. Se había probado digna de pelear a la par con el nieto de Darth Vader, ser aprendiz de Luke Skywalker y de ser un Jedi poderoso. ¿Qué más se podía pedir?


Cabe mencionar que aparte de encarnar a las leyendas, Carrie Fisher, Natalie Portman y Daisy Ridley fueron solamente la punta del iceberg del poder y de la representación femenina. En papeles más pequeños de las películas taquilleras, en la pantalla chica, en las películas spin-offs y en los videojuegos, las mujeres de Star Wars continúan con el legado que la princesa Leia pavimentó para ellas.




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